miércoles, 1 de junio de 2011

PILARES DEL CAMINO INTERNO



Quiero dedicar este artículo, a mis compañeros en la práctica del hapkido del Centro Deportivo Camas y muy especialmente a aquel que, día tras día, nos motiva a vestir con orgullo el dobok y alcanzar la pureza de la técnica y el sentido de la práctica: el maestro Françoise Diguardia Cumbreras.

PILARES DEL CAMINO INTERNO

Sentado en mi escritorio, medito. ¿Qué valores deberían proliferar entre los que practicamos el hapkido (así como cualquier otro arte marcial)?
Frente a mí, el patio de mi casa. Entra la luz del Sol y una ligera brisa viene desde lejos a refrescarme; pienso que es igual que la inspiración, viene desde lejos, refresca tu espíritu y, si no la captas a su debido tiempo, te abandona para perderse de nuevo en la lejanía.
Necesitamos edificar nuestra existencia sobre una base de valores morales que nos haga crecer como personas. Esos valores se encuentran entre nosotros, así en la calle como en el gimnasio a la hora de practicar.

1 CORTESÍA (YE UI)
Va a dar comienzo la clase. Formamos de cinco en fondo frente al maestro, la puerta de la calle está abierta y logramos ver algunos transeúntes que miran, curiosos, hacia el interior.
El maestro me dirige la mirada y asiente; quiere que de comienzo el protocolo con el que solemos iniciar nuestras clases.
-¡Chariot!
Nos ponemos firmes, la mirada atenta.
-¡Chaullangu!
Giramos hacia la derecha. Frente a nosotros, sobre los espejos que cubren la pared, enmarcado en una fotografía de gran tamaño, el Maestro Fundador nos contempla.
Su mirada nostálgica da la impresión de perderse en el vacío sumida en profundas reflexiones y sus labios apenas esbozan una sonrisa.
-¡Do Ju Nim! ¡Choi Jon Sul! ¡Kyoungi!
Saludamos al gran maestro.
-¡Chaullangu!
Nos giramos de nuevo y quedamos cara a cara con el sabonim.
-¡Sabonim! ¡Kyoungi!
Comienza la clase.
Me encanta que nuestra hora y media de práctica siempre esté precedida por este protocolo de respeto y cortesía, por ese instante de recuerdo hacia la figura del fundador. Es algo que te predispone de forma positiva.
Cortesía y respeto son la base de nuestra existencia. Desde el cinto más bajo al maestro ha de ser algo común y recíproco.
A veces, el sabonim, para explicar una técnica, necesita tu ayuda. Pronuncia tu nombre y te invita a acercarte, acudes a él y le saludas respetuosamente, así como cuando termina su exposición y has de regresar a tu lugar.
Debe saludársele siempre que se le solicite para aclarar una duda o cualquier otra cosa, y siempre que accedas o salgas del docham.
Entre compañeros no ha de ser menor la cortesía. Realizas la técnica expuesta y tu compañero, que es cinto de nivel bajo y de poca experiencia aún, no logra realizarla correctamente; se la explicas cuantas veces sea necesario, usando toda tu corrección y paciencia hasta que logre asimilarla, pensando que así le ayudas a progresar. Cuando su ejecución sea aceptable, dale una palmadita en el hombro y obséquiale con un: “Muy bien, compañero”, enmarcado por una sonrisa. El compañero cada vez irá tomando más confianza en sí mismo y cultivarás, de esta forma, lazos de respeto y amistad.
Quizás en la próxima vuelta, seas tú quien necesite ayuda y la palmadita en el hombro, de tu maestro.

2 INTEGRIDAD (YOM CHI)
-Todas las Artes Marciales son buenas –he escuchado decir al maestro-. No existe ninguna que sea superior a otra, cada una hace énfasis en algún punto determinado. Lo que varía de una a otra es la filosofía de combate. Todas las técnicas han sido desarrolladas por los maestros y comprobadas su eficacia. El problema no está, pues, en el arte, sino en quien lo practica.
Nunca he escuchado al maestro criticar, destructivamente, algún arte marcial. Siempre que habla de ellas, lo hace de forma comparativa y desde el más profundo respeto.
Admiro esa forma de pensar que, de por sí, indica gran integridad en el pensamiento.
El maestro es fiel a su enseñanza y principios. Sabe transmitirlos con inteligencia y amabilidad, estimulándote a mejorar cada día.
No solo se limita al docham; también he tenido la suerte de contar con sus consejos referentes a aspectos de la vida cotidiana, superando así los límites del ámbito marcial para aplicarlos en nuestro día a día.
Nunca se termina de aprender, piensa. No se estanca en su conocimiento; asiste e imparte cursos, donde aprende y enseña.
Cada vez que se dirige a ti para corregirte algún detalle de una técnica, tiene la particularidad de hacerlo de forma que, lejos de sentirte torpe, te motiva a mejorar dicho aspecto.
Con sus actos y palabras, con su forma de pensar, se ha ganado nuestro respeto. Nos sentimos afortunados de contar con un sabonim como él.
He aquí la integridad en el arte marcial.

3 PERSEVERANCIA (IN NAE)
El compañero tiene cara de preocupación. Mira sus manos, entrelazadas con las mías, tratando de realizarme una luxación que no surte efecto ninguno. Emite bufidos de desesperación.
-Esta técnica es muy difícil –dice-. Nunca me saldrá.
El maestro ha convocado exámenes de grado y, de un tiempo atrás, una hora entes de la clase, algunos compañeros quedan para comenzar a prepararlo. Hay quien se dedica a él de pleno y también los hay que no hacen más que darle vueltas y vueltas a los folios del temario con cierta desesperación.
-Yo no me presento –acaban sentenciando-, no me sale nada de esto.
¡Cuántos obstáculos nos ponemos nosotros mismos en el Camino! Una proyección que no sale, una luxación que se nos resiste, un encadenamiento de técnicas que no logramos armonizar, un temario al que no dedicamos suficiente tiempo y, sobre todo la palabra NUNCA y la negación NO.
Cada vez que los observo, recuerdo que, en mis principios también tuve esas sensaciones de frustración e inseguridad. Del maestro aprendí que la perseverancia es la base que nos permite avanzar en el Camino y superar cualquier obstáculo.
-Nada –vuelve a decir el compañero, insistiendo con la luxación-, esto nunca me va a salir.
-No digas que nunca te va a salir –le contesto-, dí que no quieres que te salga.
Y comienzo a explicársela de nuevo.

4 AUTO CONTROL (JAH JEH)
El maestro explica la técnica a realizar.
-Esquivamos el golpe –repite con paciencia-, esquiva lateral, nunca quedarnos frente a él. Golpeamos con codo y realizamos la primera proyección de piernas.
Nos lo muestra desbrozando cada movimiento, haciendo énfasis en los puntos clave de la técnica.
Parece fácil, pero al primer intento, no logro esquivar y me trago el golpe. El compañero ríe y hace bromas al respecto. El segundo intento acaba como el primero, y el tercero también…no hay forma. Me siento molesto con mi torpeza, golpeo la palma de la mano con el puño y lanzo un juramento en voz baja. Me encantaría lanzar una patada a la pared. ¿Pero qué es lo que falla?, me pregunto con irritación. Estoy de mal humor, el compañero calla.
Esta actitud no está bien, lo sé. Respiro profundamente y trato de calmar mi mente con la esperanza de que me abandonen estos pensamientos negativos, que no me conducen a nada. Me demuestran, una vez más, que no soy capaz de tomar las riendas de mi carro interior y ello me bloquea para avanzar.
Respiro pausadamente. Siento que me voy calmando. Al meditar sobre mi actitud he apaciguado un poco más mi interior; al menos he logrado expulsar el sentimiento de ira.
Quiero repetir la técnica. El compañero vuelve a atacar, esquivo, atrapo el golpe… ¡y proyecto! No de forma perfecta, pero mucho mejor que las veces anteriores.
Eso está mejor. Ahora siento que he comenzado a avanzar.

5 CORAJE (BAEKJOOL)
-¿Seré capaz de progresar en hapkido? ¿Duraré un par de semanas y lo dejaré por imposible? Es un arte marcial muy difícil, complicado, son muchas cosas a tener en cuenta, armonía, coordinación…
Mientras anudo el ti en mi torso, me invaden las dudas. Son como hormiguitas que pululan en el interior de tu mente y no te dejan en paz.
-¿Quedaré en ridículo frente a los compañero, cada vez que intente realizar una técnica y no me salga? –Continúo martirizándome- No me apetece quedar etiquetado como el torpe de la clase.
Me siento en el banco del vestuario. Casi me dan ganas de largarme de allí, aún estoy a tiempo. Siento inseguridad. Sé que es un Camino largo y difícil de recorrer que no sé si alcanzaré siquiera su mitad.
Acaricio mis muñecas. Aún me duelen de la clase del día anterior. Muchas luxaciones.
Respiro profundo y trato de meditar sobre mis sentimientos. “¿De qué huyes?” Me pregunto. “Esto es algo te gusta y deseas hacerlo. Lo sientes como algo tuyo, algo que ha invadido, benéficamente, tu interior”. “¿Huyes de ti mismo?” La voz interior toca la fibra sensible; tiene razón. Aparto estas ideas negativas de mi mente. He de luchar contra esta actitud. “¡Vamos, sal ahí!” Me obligo.
El maestro llama a los rezagados para comenzar la clase.
Tras mi auto reprimenda, me siento mejor, renovado mi ánimo y con ganas de afrontar la clase, sea como sea. Siento ganas de pisar fuerte el Camino, apartar cuantas piedras encuentre el él y retar mi cobardía hasta expulsarla del interior.
Me levanto y salgo del vestuario.
Los compañeros han empezado a formar y el maestro apremia.
-¡Vamos! ¡Que empezamos ya!
Ahora siento que ha florecido en mí el coraje suficiente para vencer mi propia inseguridad.

6 LEALTAD (KYOMSONHAN)
Hoy he llegado algo temprano al gimnasio. He quedado con algunos compañeros una hora antes de clase para repasar series de técnicas.
El docham está vacío y hay una agradable tranquilidad en él.
Miro hacia el fondo. Las enormes cristaleras dejan ver los aparatos de musculación, algunos compañeros realizan ejercicios de pesas.
Me siento sobre un peldaño de la escalera que da hacia la oficina del maestro. Es agradable la soledad que embarga en estos momentos la sala de hapkido, apenas rota por el chasquido de los aparatos de pesas.
El momento incita a pensar, a meditar, a bucear en nuestro interior. Siempre me invade un sentimiento positivo en estos instantes en que me siento a solas conmigo mismo, en este lugar.
Como una brisa, aparece un pensamiento. Hay que ser rápido y plasmarlo en el instante porque, como la brisa, tras refrescarte, volverá a desaparecer y ya nunca será igual a la próxima que percibas. Los pensamientos son sutiles, como el aire.
Tomo mi cuaderno de notas y bolígrafo, los deposito sobre mis rodillas y me dispongo a escribir.
Quiero dedicárselo al maestro con la esperanza de que me dé su opinión sobre estas líneas que he anotado de manera fugaz:
“Debes lealtad a tu sabonim; debes lealtad a tu clan, simbolizado en el docham; debes lealtad a la enseñanza que recibes del maestro y lealtad a los valores que vas adquiriendo a lo largo del Camino, mediante la práctica, junto a tu clan.
Te debes lealtad a ti mismo, a tus pensamientos, a tu espíritu y a tu corazón.
Debes lealtad, en fin, a todo aquello por lo que has elegido caminar hacia una “no meta”; y a todo aquello por lo que merece la pena meditar unos instantes”.

7 HUMILDAD (CHUNG SON)
Los compañeros están realizando una técnica propuesta por el sabonim. Lo hacen muy bien; en el Centro Deportivo Camas hay nivel.
Se les ve muy motivados y disfruto al contemplar cómo estudian cada movimiento que realizan, desbrozándolos como los granos de la espiga del trigo.
Rodri y yo estamos al final del tatami, junto a la enorme cristalera que da paso a la sala de musculación y discutimos sobre técnicas acordes a nuestro nivel.
Se acerca el maestro; viene a proponernos otro ejercicio y a controlar qué tal realizamos el que actualmente estamos entrenando. Su mirada escruta cada movimiento nuestro. Es escrupuloso en la ejecución y no duda en corregirte el más mínimo detalle. Es exigente y perfeccionista, lo que da una gran personalidad el centro.
Entonces, entre nosotros, surge una conversación acerca de los estilos:
-Todos los estilos son válidos –dice el maestro-, tan sólo se diferencian en matices a la hora de realizar la técnica. Todos son respetables y correctos. El hapkido ha evolucionado a través de los estilos. Nunca debemos anclarnos en lo antiguo y permanecer inamovibles. Pensad que hoy ya no se entrena como lo hacían los antiguos maestros. Hay agarres y técnicas que eran propios de su época y que hoy día no se usan.
Por supuesto, la técnica madre es fundamental y hay que girar en torno a ella, pero las formas de agarres, agresión o aplicación de técnicas van cambiando con el tiempo. Creo que lo más correcto es tomar lo mejor de cada estilo; aquello que tú veas que funciona y adaptarlo a ti y, aún así, nunca dejar de investigar nuevas formas y posibilidades. Esto es lo que hace que el hapkido evolucione y se mantenga vivo.

Estas palabras del maestro, reflejan la humildad de su enseñanza. Humildad que refuerza su inquebrantable lealtad al arte que practica. Lealtad fundamentada en unos principios y valores que proporcionan el coraje suficiente para mantener siempre vivo el arte del hapkido. Coraje necesario, que nos transmite, para evitar obstaculizarnos a nosotros mismos y vencer las dificultades que se presentan mediante el auto control. Auto control que provoca perseverancia y afán de superación en cada faceta de nuestras vidas. Perseverancia, a la hora de alcanzar la integridad de nuestro pensamiento y acción, e integridad que logrará el cultivo de la cortesía el la sala del Camino, docham.



Manuel Cabrera Miranda 27/ 05/ 11

2 comentarios:

  1. Que maravilloso homenaje a tus compañeros de clase de Hapkido. Muy buena reflexión de los valores que deben tenerse en cuenta en la práctica de este arte marcial .Felicidades querido amigo.
    Un abrazo.

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  2. Buen homenaje, escrito con el corazón,con toda la pasión sentida por un arte marcial que se nota en cada palabra escrita.
    Felicidades por como escribes,y gracias por dejarlo aquí para que todos aprendamos un poquito más....

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